Este ocho de septiembre se ha vuelto a repetir el acontecimiento que año tras año esperan los habitantes de Ohanes.
El día amaneció caluroso entre la resaca de la fiesta y el recuerdo emocionado de la Salve Regina, cantada la noche anterior en el templo parroquial.
La banda tocaba los últimos sones de la diana cuando comenzaron a sonar los primeros repiques de campana que llamaban a los fieles a volver a congregarse en la iglesia en torno a la imagen de la Virgen de Consolación.
Una hora antes de lo que estábamos habituados, daba comienzo la solemne Eucaristía presidida por Don Jesús Martín Gómez, párroco de Ohanes, y concelebrada por cuatro sacerdotes que, más que bien por su tarea pastoral o por su procedencia, guardan alguna relación con nuestro pueblo.
Los sones acompasados de la coral y la banda de música ayudaron a que la liturgia, que se desenvolvía en el interior, fuese verdaderamente un cielo en la tierra, en el que estábamos acompañados por nuestra Madre Santísima.
Durante la homilía, nuestro párroco ha cantado las alabanzas de María, recordando la importancia de la celebración de su nacimiento, pues con él se inicia la salvación de todos los hombres que consuma Jesucristo con su Cruz y Resurrección. La auténtica devoción a la Virgen se traduce, por tanto, en ser fieles a la voluntad de Dios.
Cerca del mediodía ha dado comienzo la procesión que ha recorrido las principales calles de nuestro pueblo. Entre cantos emocionados y vivas, la imagen de la Virgen fue llevada con cariño por sus anderos, haciéndola cercana, accesible a cada uno de aquellos que no pueden acercarse a verla en otros momentos.
Cerca de las dos del mediodía, cruzaba el umbral de la puerta del templo parroquial. Mecida por los anderos, vitoreada por los fieles que abarrotaban la iglesia, acompañada por los sones de la banda, la Virgen avanzaba, recibiendo el cariño de sus hijos. Y al final, la Salve, el último homenaje y gesto de amor antes de continuar con la fiesta.
¡VIVA NUESTRA MADRE DE CONSOLACIÓN!