jueves, 13 de septiembre de 2012

El Día más Grande

Con la fresca de la mañana, la música de la Diana nos despertaba. Aun quedaban cercanos los últimos acordes de la Banda de Cornetas y Tambores de Fondón, que puso un broche de oro a una noche llena de emociones que nos reunió en torno a Ella, para celebrar la última Novena en su honor y darle el tradicional saludo de la Salve Regina.

Las campanas de la Iglesia han comenzado a repicar. Es el primer toque de llamada.

-"¡Apresúrate niño que han dado el primero!"

-" ¡Levántate ya que vamos a llegar tarde la Misa!"

Mientras se daban los últimos retoques, comenzaban a llegar algunos madrugadores que le rezaban en la intimidad.


Segundo toque.

- "¡Vamos, que no llegamos!"

D. Miguel Hernández, nuestro párroco, ya llega a la Sacristía. Hoy más emocionado que otras veces, pues en unas horas cederá el testigo al nuevo cura, D. Francisco González Parrón, pero también, por cumplir hoy el 41 aniversario de su ordenación sacerdotal.


Tras él empezaron a llegar los anderos de la Virgen, para escuchar del capataz las últimas instrucciones.



La gente empieza a llenar el templo, mientras se preparan ofrendas, lecturas, se recibe a las Hermandades invitadas y...comienza a sonar el tercer toque.

-"Me voy que no llego".

La Banda y la Coral se han posicionado en el coro de la Iglesia y ya salen los curas. Todos en pie mientras D. Joaquín se acerca a recibir a las Hermandades que se dirigirán hacia los bancos cercanos al Altar, acompañados de las notas de "Triunfal" interpretadas por la Agrupación Musical PAO.


"Canti Corum Iubilo..." comienza La Coral de Ohanes al comenzar la celebración de la Santa Misa.


Tras las Bendiciones, los anderos se posicionaron en la entrada del templo para desfilar hacia el Altar a son de "Encarnación Coronada". Saludan a la Virgen y cada uno se sitúa en su puesto en el varal.

La procesión empezaba a ordenarse tras la Cruz de Guía y pasados unos minutos, no exentos de bullicio y desconcierto, comenzamos a oír la campana del capataz. -¡Ya sale!-


El Himno Nacional comienza a sonar y a través del quicio de la puerta asoman los varales delanteros del trono, casi a ras del suelo, exigiendo el máximo esfuerzo a los anderos quienes se afanan en evitar que el ángel que corona el templete, roce en el dintel de la puerta lateral de la calleja. -¡Mas abajo!, ¡Paco, a la izquierda!, ¡Un poco más mis valientes!-

     

Y la gente rompe en aplausos. Las primeras lágrimas empiezan a brotar en la cara de algunos, al verla salir tan guapa. Dos campanadas de aviso y una tercera de ejecución y la Señora se eleva a los hombros de quienes la portan, en un movimiento seco que hace voltear las campanillas que cuelgan del templete y comienza su rítmico balanceo que la ha de llevar por las calles del pueblo que la venera.

El sol quema, casi abrasa, sino por la brisa que de cuando en cuando seca el sudor de nuestras frentes.

La primera parada tuvo lugar en la casa que fue de nuestro Beato D. Diego Ventaja y Milán, en la que la Hermandad había instalado un altar coronado por una estatuilla suya. Allí se le cantó "Salve Madre" y se le rezaron tres Aves Marías, como Don Diego aconsejaba que se le hiciera a Nuestra Patrona.
  



Tras unos cientos de metros, entre aplausos, quema de incienso y lluvia de pétalos, Nuestra Madre se acercaba al altar instalado en el Corazón de Jesús, donde la Hermandad del mismo nombre le dedicó una oración compuesta por D. Antonio Guzmán, durante una dura estancia en el hospital.


Y de ahí, directos al Anchurón, donde esperaban los miembros de la Hermandad de San Marcos, quienes le hicieron otra oración pidiéndole por todos los que allí se encontraban y se canto de forma espontánea el himno de nuestro Patrón.


De aquí a la Iglesia hay un tiro de piedra, pero por las calles más estrechas y sinuosas del recorrido procesional.

Una vez en la Plaza de Miguel Vizcaíno, la Santísima Imagen se detiene para facilitar a la gente la entrada al templo y para preparar la subida de la escalinata de la Iglesia, pues hay que salvar casi una decena de escalones que conducen a la puerta principal, en una maniobra no exenta de dificultad.

     

Tras la complicada maniobra y una vez encarado el trono bajo el dintel de la puerta principal, el martillo de la campana del capataz del capataz se estrella una y otra, y otra vez más contra la puerta - ¡¡¡ ¿Quien va?!!! -¡¡¡Paso a la Reina del Cielo!!! - La puerta se abre de golpe y... ahí está Ella, la Madre de Dios.

             

Su silueta aparece entre destellos, cortando la luz que nos ciega desde la calle, inconfundible, impresionante, haciéndonos un nudo en la garganta, mientras la campana del Altar Mayor tañe con desespero. Los hombros de los anderos ya la deslizan a través del arco de la entrada, hasta que, una vez rebasado este, la campana enmudece para dar paso a la Banda, que comienza a tocar las notas de la marcha procesional "Concha" de Víctor Ferrer. Y comienza su balanceo, sublime, elegante, señorial. Algunas lagrimas furtivas comienzan a resbalar por los rostros quebrados de algunos asistentes, el corazón de todos se vuelca al verla ascender sobre las cabezas de sus portadores y la voz del capataz se ahoga entre los aplausos de la gente y ordena la bajada sin perder el paso:
 - "Izquierda, izquierda"-


El Altar mayor está al alcance de la mano y la Virgen ya se ha elevado por segunda vez antes de comenzar a girar sobre su eje, con majestuosidad y templanza, mostrando su perfil para finalmente encarar a los que la veneran y sobre los acordes finales de la marcha, volver a elevarse por última vez, entre aplausos, vivas y llantos.


Un año más, es posada sobre la mesa en el centro del crucero, bajo la cúpula, donde su imagen queda grabada en nuestra retina, como imagen de dulzura, pureza y amparo de todo aquel que cada 8 de septiembre lo deja todo para venir a verla.





 Colaboran:

laalmazara.com


www.solfrio.net

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