Homilía de la Fiesta de Nuestra
Señora de Consolación
Ohanes, 8 de septiembre de
2016
Miq 5,1-4a
Sal 12,6ab.6cd
Rom 8, 28-30
Mt 1,1-16.18-23
Queridos hermanos
sacerdotes, miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestra Señora
y demás miembros de las distintas hermandades de nuestro pueblo y de aquellos
que nos visitáis. Señor alcalde y corporación municipal, Dignísimas
autoridades. Queridos hermanos e hijos muy queridos.
Celebramos
hoy la Natividad de la Virgen María. Fiesta de gozo para toda la Iglesia y muy
especialmente para este pueblo de Ohanes, que hoy celebra a su Madre, la
Santísima Virgen de Consolación. Efectivamente, aunque suene cursi o ñoño
decirlo: “hoy es el cumpleaños de nuestra Madre la Virgen”. A los nueve
meses de celebrar su Concepción Inmaculada, celebramos su nacimiento. Los nueve
meses que transcurren en un embarazo normal.
Hoy
es el día de venir a felicitar a Nuestra Madre, de encontrarnos con ella y
también de aprender de ella una lección esencial para nuestra vida: la fe y la
humildad con las cuales ella vivió. Estas actitudes son una lección para
nuestra vida cotidiana y para comprender lo que Dios puede hacer con nosotros
si nos abrimos de corazón a su acción.
En
las lecturas que acabamos de escuchar se pone de manifiesto el empeño de Dios
por salvarnos. El árbol genealógico de Jesús, que hemos escuchado en el
evangelio, no es simplemente una cadena de nombres aburrida y sin sentido, sino
la constatación de aquello que ha afirmado el apóstol en la segunda lectura: “para
los que aman a Dios todo les sirve para el bien”. La lista de pecados:
adulterio, relaciones ilícitas, asesinatos, que hay detrás de la genealogía no
son un impedimento para que Dios escriba con los hombres una historia de
salvación, de perdón y de misericordia.
Nuestra
Madre de Consolación, no es solamente la que nos ofrece consuelo en nuestras
dificultades sino, sobre todo, la que con su ejemplo y presencia nos ayuda a
comprender que la única forma de encontrar ese consuelo es optar radicalmente
por un estilo de vida distinto: el del evangelio. Porque, en definitiva, el auténtico
consuelo es sabernos acompañados y salvados por Cristo. Abiertos a su acción en
nosotros cambiando en nuestras vidas el egoísmo
y la indiferencia por la caridad y la entrega desinteresada.
Pidámosle
hoy a nuestra madre que nos ayude a transformar nuestro corazón, a comprender
que merece la pena vivir desde el evangelio, a superar nuestras diferencias y
egoísmos, y a sentirnos verdaderos hijos suyos que imiten
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