viernes, 9 de septiembre de 2016

Homilía de la Fiesta de Nuestra Señora de Consolación


Homilía de la Fiesta de Nuestra Señora de Consolación

Ohanes, 8 de septiembre de 2016
 
Miq 5,1-4a
Sal 12,6ab.6cd
                        Rom 8, 28-30
Mt 1,1-16.18-23
 
            Queridos hermanos sacerdotes, miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestra Señora y demás miembros de las distintas hermandades de nuestro pueblo y de aquellos que nos visitáis. Señor alcalde y corporación municipal, Dignísimas autoridades. Queridos hermanos e hijos muy queridos.
 
            Celebramos hoy la Natividad de la Virgen María. Fiesta de gozo para toda la Iglesia y muy especialmente para este pueblo de Ohanes, que hoy celebra a su Madre, la Santísima Virgen de Consolación. Efectivamente, aunque suene cursi o ñoño decirlo: “hoy es el cumpleaños de nuestra Madre la Virgen”. A los nueve meses de celebrar su Concepción Inmaculada, celebramos su nacimiento. Los nueve meses que transcurren en un embarazo normal.
 
            Hoy es el día de venir a felicitar a Nuestra Madre, de encontrarnos con ella y también de aprender de ella una lección esencial para nuestra vida: la fe y la humildad con las cuales ella vivió. Estas actitudes son una lección para nuestra vida cotidiana y para comprender lo que Dios puede hacer con nosotros si nos abrimos de corazón a su acción.
 
            En las lecturas que acabamos de escuchar se pone de manifiesto el empeño de Dios por salvarnos. El árbol genealógico de Jesús, que hemos escuchado en el evangelio, no es simplemente una cadena de nombres aburrida y sin sentido, sino la constatación de aquello que ha afirmado el apóstol en la segunda lectura: “para los que aman a Dios todo les sirve para el bien”. La lista de pecados: adulterio, relaciones ilícitas, asesinatos, que hay detrás de la genealogía no son un impedimento para que Dios escriba con los hombres una historia de salvación, de perdón y de misericordia.
 
             La fe que hemos de pedir hoy a nuestra madre y de la cual ella hizo gala, es justamente, esa actitud confiada en Dios que nos ayuda a ver, a pesar de todas nuestras dificultades, problemas, angustias y pecado; una historia de amor de Dios con cada uno de nosotros. Él me ama, nos ama a cada uno de una forma especial; solamente espera a que cambiemos nuestra vida, a que respondamos a su amor para hacer cosas grandes con nosotros.
 
            Nuestra Madre de Consolación, no es solamente la que nos ofrece consuelo en nuestras dificultades sino, sobre todo, la que con su ejemplo y presencia nos ayuda a comprender que la única forma de encontrar ese consuelo es optar radicalmente por un estilo de vida distinto: el del evangelio. Porque, en definitiva, el auténtico consuelo es sabernos acompañados y salvados por Cristo. Abiertos a su acción en nosotros cambiando en nuestras vidas el egoísmo  y la indiferencia por la caridad y la entrega desinteresada.
 
           Pidámosle hoy a nuestra madre que nos ayude a transformar nuestro corazón, a comprender que merece la pena vivir desde el evangelio, a superar nuestras diferencias y egoísmos, y a sentirnos verdaderos hijos suyos que imiten

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